La senda al progreso

Por, Yulexi Román Zambrano

Siete de la mañana, el sol se sitúa en lo alto del cielo, el canto de pequeñas aves que sobrevuelan en el cielo inunda el ambiente. Manta empieza a despertar del sueño profundo en el que estaba sumergido y las calles cobran vida, se comienza a divisar automóviles transitar en las vías, a lo lejos se diferencian risas de niños que uniformados se dirigen a estudiar, con pasos presurosos agarrados de las manos de sus papás.

Con cara adormitada pero lleno de energía, llegó Aníbal Gonzáles a su puesto de trabajo, con esperanza de que será una gran jornada junto a sus compañeros de construcción.

• Compañero, hoy trabajaré con usted llenando sacos, proclamó Miguel Moreira a Gonzáles.
• ¡Genial!, ven a ayudarme a cargarlos, indicó Gonzáles con entusiasmo.

Como soldados en un pelotón antes de la guerra, cada obrero tomó su arma de trabajo y marchando en orden se dirigieron a realizar la tarea que tenían previamente asignadas. Entre el sonido de palas, martillos y motores, empezó la ardua jornada.

Con paso firme caminó Aníbal hacia su esquina de trabajo y detrás de él, Miguel. Pasó la pala que tenía entre sus manos hacia las manos de Miguel.

• Tú los llenas y yo los coso – indicó Aníbal con voz firme a su colega que lo observaba fijamente mientras recibía la pala que le entregó.

Con pala en mano, mientras el sudor le rodaba por la frente, Miguel llenaba uno a uno los sacos con el material de mejoramiento que es transportado a diario por las volquetas pertenecientes a la compañía constructora Éufrates.

La mañana avanza y en el ambiente se percibe el bochorno del sol mezclado con la brisa fresca que caracteriza a Manta. El sonido de los carros pasar, cláxones resonando y las máquinas trabajando endulzan los oídos de los 20 hombres que se dedican a la construcción de las obras públicas contratadas por el municipio de la ciudad.

• Este es el tercer puente que construimos – aclaró Gonzáles.
• El primero fue el de la Avenida de la Cultura – el segundo el del sector Si Vivienda y este de Cuba es el puente tres, detalló Geovany Garmendia, mientras se acercaba a tomar un trago del agua que estaba resguardada bajo una lona beige amarrada en los cimientos del puente y como escudo, protegía a Miguel y a Aníbal del ferviente sol, brindándoles refugio bajo su acogedora sombra.

Doce de la tarde, y el resonar de estómagos hambrientos al unísono señala una sola cosa, la hora de almuerzo ha llegado. El sonido de las máquinas cesa, los motores se detienen y cada soldado se dirige a su trinchera de descanso, a esperar que los encargados les entreguen el combustible de sus días.

Doce y diez, se acerca un hombre con paso firme y una gran bolsa negra.

• ¡Llegó la comida! – gritó Geovany Garmendia al aire.

De un solo brinco todos se levantaron a retirar la bandeja de comida. El olor del alimento casero atiborró el ambiente y acompañado de risitas y carcajadas, marcaban el inicio de la hora de descanso.

Una y diez, el descanso había terminado, con caras somnolientas se levantaron uno a uno, estiraron sus cuerpos, recogieron los desechos y se prepararon para seguir con lo que les falta de jornada.

Retumbó el suelo, encendieron la maquinaria y el proceso de construcción retomó el rumbo. Recogieron sus instrumentos de trabajo y continuaron martillando, llenando sacos de material de mejoramiento, cortaron fierros y midieron lo necesario.

El sol iba cesando y descendía de lo alto del cielo, apagando la vitalidad del día, Aníbal miró la hora entusiasmado, cuatro y media de la tarde, pronto sería la hora de salir y dar por terminado   otro exitoso día de trabajo.

• ¿Cuándo crees que esté todo terminado? – preguntó curioso Miguel.
• Aún nos faltan varios meses, es mejor ir un día a la vez, contestó Aníbal con la sabiduría que su edad y experiencias le han obsequiado.

Cinco en punto, suena el reloj, los rastros sonoros de la construcción se detienen y se intercambian por suspiros de alivio, las risas afloran, entre alaridos y murmullos se diferencian frases de despedida. “Adiós”, “hasta mañana”, “que pasen bien”, se repiten por minutos. Uno a uno va despareciendo en el horizonte de la avenida. El día ha culminado, y a pasos lentos pero seguros, avanzó un día más la culminación del proyecto que será un progreso para la ciudad.

La rehabilitación de los puentes de la vía Manta- Colisa fue un proyecto retomado por el ex presidente, Guillermo Lazo, bajo la gestión del ex alcalde de Manta, Agustín Intriago. Quienes, entre aplausos y agradecimientos, estrecharon sus manos colmadas de esperanzas y promesas para los mantenses.

La recuperación total de esta arteria esencial para el funcionamiento de la ciudad, estaba prevista para culminarse a finales del presente año 2023, pese a su planificación, como resultados de sucesos que llenaron de zozobra a la ciudadanía y detuvieron la fluidez de lo organizado para la ciudad, la finalización de obra se ha atrasado varios meses, dejando a los transeúntes con la expectativa y las ansias de verla terminada.