Por: Johanna Yulexi Román Zambrano
Entre las emblemáticas laderas del ancestral cerro Jaboncillo, el sonido de las aves, baches y maleza, oculto por altos cerros y verdes ceibos, se esconden dos comunidades que parecen cuadros antiguos, pintados con trazos delicados. Detenidas en el tiempo se puede observar a La Sequita y La Sequita-Pepa de Uso, dos comunidades separadas por una montaña de conflictos, diferencias y tierra dorada, comparten características, condiciones de vida y esperanzas de
una mejor condición de vida.
“Pepa de Uso es un sector tranquilo, he vivido toda mi vida aquí y aunque no hay lugares para entretenerse y que los niños se diviertan, es un lugar apto para vivir”, afirmó Annabel Parrales, una joven de 24 años que toda su vida ha vivido en esta comunidad, con voz alegre y

mirada inocente mientras caminaba hacia su hogar.
Estos sectores pertenecientes al cantón Montecristi, se han visto envueltos en constante abandono, dicho por sus habitantes, así ha sido desde siempre, no se han visto cambios importantes en beneficio de la población montecristense que, con temple, valentía y corazones amables, llaman a Pepa de Uso, su hogar.
“Las calles son pura tierra como puede observar, no hay mantenimiento y cuando vienen los políticos solo le ponen tierra que cuando es temporada de lluvias, vuelve a dañarse”, detalló Annabel Parrales, mientras señalaba con su mano derecha el suelo bajo sus pies y un semblante de tristeza y decepción se adueñaba de su rostro.
Históricamente, este sector, alejado de los cantones más grandes, ha enfrentado diversidad de carencias, entre ellos, la infraestructura de las calles ha sido la más notable. Los servicios básicos a los que la población tienen acceso son escasos e intermitentes.

“El agua es por medio de un pozo submarino, la sacan con una bomba y luego la distribuyen, aquí no tenemos agua potable y alcantarillado mucho menos, el agua llega dos veces al día por una hora u hora y media y tenemos que almacenarla para poder utilizarla en lo que necesitemos”, describió Annabel con un tono de voz neutro, mientras movía sus manos con nerviosismo.
La recolección de basura es un problema notable desde las vías de ingreso a la comunidad, restos de basura acumulados a los costados de las carreteras, desperdicios en estado de putrefacción y acumulación de aguas servidas, es lo que da la bienvenida a los visitantes de La Sequita y La Sequita – Pepa de Uso.
“El recolector de basura viene una o dos veces a la semana, a veces no vienen en toda la seman

a y la basura queda ahí, escurriendo y llenándose de gusanos”, afirmó Annabel Parrales, mientras apuntaba hacia un cúmulo de desechos que se encontraba en una esquina del sector.
Este y otros problemas generan malestar en los moradores, dejando como consecuencias enfermedades, enfermedades que no suelen ser atendidas por los doctores del centro de salud que se encuentra en el sector.
“Al centro de salud no me gusta ir por que a veces nos atienden, a veces no, vamos a pasar vergüenza y tiempo para que no nos den ninguna ayuda. Mi hijo estuvo enfermo, necesitaba sacarse una muela y no se la sacar

on, tuvimos que ir a Picoazá a pagar un doctor particular para poder aliviarlo, por eso a ese centro de salud no voy. Ahora dicen que ya hay medicinas, pero desde que mi hijo y marido estuvieron enfermos y no los atendieron, dejé de ir”, admitió Fátima Anchundia, moradora de 50 años de edad, con voz fuerte y un tono de indignación mientras miraba hacia donde está ubicado el centro médico.
Además de la salud, los habitantes han tenido que enfrentarse a las adversidades de conseguir un empleo que les brinde la facilidad de llevar un sustento a sus hogares, para alimentar a su familia y sus esperanzas de luchar por una vida con mejores condiciones y esperanzas.
Vertiente de aguas servidas junto a casas
“A veces no tenemos para comprar comida, hay que buscar la manera y movilizarnos a la ciudad a conseguir algún “trabajito”, aquí se cría puercos y gallinas, pero es muy caro mantenerlos, cuando se enferman no hay dinero para los remedios y no siempre hay un veterinario cerca o disponible”, destacó Fátima, con un semblante triste, mientras se observaba esperanza en su mirada.
Gran cantidad de moradores, se trasladan desde jóvenes a Manta o Montecristi para conseguir un empleo, la mayor parte de hombres se dedican a trabajos de obreros, como carpintería, construcción, mecánicos y demás empleos de obras. Las mujeres, por su parte, suelen dedicarse al tejido de sombreros, además de otras actividades.
“Me dedico a tejer los sombreros de paja toquilla para pasar el día y conseguir algo de dinero. A pesar de mi dolor de espalda y cintura cuando tejo, me veo en la necesidad de seguirlos haciendo para venderlos de $5 a $8 cada uno. Dejé de tejer un tiempo por la edad y alergia a la paja, pero volví a retomar esta actividad”, admitió Fátima Anchundia, con una sonrisa en el rostro mientras mostraba su lugar de trabajo y el material que utiliza para ganarse unos “centavitos”, que aporten a sostener su hogar.
La actividad de tejer paja toquilla es una enseñanza milenaria que ha pasado de generación en generación entre los montecristenses, haciendo de esta actividad la marca internacional de su gente, para muchos visto como un hermoso arte y para otros, como la única opción que tienen para poder subsistir. A pesar de la demanda de tiempo, energía y salud que demanda esta actividad, constantemente se desvalora el verdadero costo, haciendo de menos el sacrificio de los artesanos que viven de ello.
En el sector La Sequita – Pepa de Uso se encuentra una unidad educativa que abarca hasta 7mo grado de educación básica y en el sector vecino, La Sequita está otra unidad educat

iva que abarca la educación secundaria, cuando ya se gradúan del bachillerato, los estudiantes que quieren continuar con sus estudios se movilizan hasta la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Uleam) en el cantón Manta o hasta la Universidad Técnica de Manabí (UTM) en Portoviejo por medio de busetas o del transporte Montecristi que cubre la ruta de lunes a sábado.