Por: Alanys Patiño Álvarez y Nataly Mero Zavala.
Durante años, los estudiantes de la Universidad Laica “Eloy Alfaro de Manabí” (ULEAM) son seducidos por alimentos ultraprocesados, no obstante, y tras ese deleite momentáneo, surgen consecuencias inesperadas que dejan una profunda huella en su salud mental, donde la presencia dominante de la acrilamida en un 70% en los alimentos emergió como una figura central en la trama de trastornos mentales, como la depresión, ansiedad y estrés.
Este componente, más allá de su sabor tentador, desequilibró en la salud mental de los estudiantes, llevando a cuestionamientos sobre la relación directa entre las elecciones alimenticias y el bienestar psicológico.
Según los factores asociados al rendimiento académico de los estudiantes universitarios, se demostró el notable aumento del consumo de comida ultraprocesada, existiendo 3 veces más probabilidad de que estos estudiantes tengan bajo rendimiento.

De esta manera, la revista de investigación de salud VIVE presenta que el 82,5% de los estudiantes de América Latina se encuentran atravesando la cuerda floja de la malnutrición y los síntomas de trastornos mentales.
La travesía educativa de los estudiantes ecuatorianos se asemeja a un festín académico donde, desafortunadamente, el 72% inicia su recorrido en el colegio con una dieta educativa deficiente.
El consumo excesivo de comida chatarra y bebidas azucaradas ha sido vinculado con un aumento significativo en el riesgo de padecer trastornos depresivos, ansiedad y estrés. Este riesgo se magnifica debido a la carencia de vitaminas y energía en los ingredientes de estos productos.
A lo largo de la vida universitaria, los estudiantes se ven desafiados a tomar las riendas de su autocuidado en un momento crítico para el desarrollo de su estilo de vida. Este período se asemeja a un viaje en el que el tiempo es limitado para las comidas, las ingestas entre horas y las elecciones rápidas de alimentos con componentes significativos que impactan directamente en su bienestar nutricional.
Por ello, la revista SARUM destacó que el consumo excesivo de estos alimentos es altamente sensible, ya que, crean patrones que imitan a la adicción de sustancias ilícitas en jóvenes que apenas están floreciendo en un delicado brote de cambios fisiológicos.
Aquello los vuelve insaciables por contener ingredientes artificiales que se enmascaran como nutritivos, permitiendo al neurotransmisor de su cerebro enviar una dopamina de bienestar en cada bocado lleno de azúcares y grasas que repercuten el sistema nervioso.
Sixto Lucas, estudiante de la Carrera de Comunicación de ULEAM, justificó al cruzar sus piernas, que la ingesta de estos alimentos le sirve como catalizador en sus prácticas pre-profesionales, ya que le desbloquea sus ideas mientras relaja su cerebro con porciones de comida callejera al editar los reportajes en Alfaro Tv. PODCAST
Por otro lado, Edgar Burau, Docente de la Carrera de Comunicación de ULEAM, enunció que los estudiantes comen en horas diferentes a su descanso, “comen en horarios diferentes, y más en un episodio de estrés o ansiedad, que ahora no hará daño, pero el tiempo generará enfermedades”. VIDEO
Con una mirada fija, John Yaguak, doctor cirujano del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), acota lo nocivo que es llevar una dieta a base de comida chatarra, por lo que sus ingredientes artificiales generan adicciones durante su horario de lunes a viernes, teniendo en sus manos la alimentación y no sus padres, incrementando el número de diabéticos y obesos a temprana edad .VIDEO
De igual manera, Diana Cevallos, Doctora de Nutrición y Dietética mencionó que consumir alimentos poco saludables trae efectos negativos, “su dieta es rica en calorías vacías, esto aumenta su peso a largo plazo, también afecta el rendimiento académico y concentración en la carrera”, aclaró al señalar una maqueta del sistema digestivo.

Ana Proaño, estudiante de la carrera de enfermería de ULEAM, contó que en su etapa universitaria aumentó 125 kg en snacks y productos listos para comer por el tiempo y presupuesto, que pasa 6 horas diarias en su carrera, conllevando a gastos de energía en su cabeza y cuerpo.
Sin embargo, Proaño quiso regresar a su delgado cuerpo, así que motivó su cerebro a seguir rutinas de ejercicios y dietas acorde a su metabolismo durante las vacaciones, pero el regreso a clases le dio una mala jugada, “volví a mis horas intensas de estudio y mi poco tiempo hizo que rompa mi rutina saludable comprando comida rápida”, añadió con una sonrisa nerviosa.
En esta ocasión, síntomas de estrés y depresión toma protagonismo, convirtiéndose en un oscuro telón, donde la comida chatarra actúa como un seductor, pero peligroso manjar, gracias a la acrilamida que hace su primer acto en las grasas trans y saturadas.
La sustancia química, acrilamida, nace por las altas temperaturas de 120 grados en los alimentos fritos o asados que matan los nutrientes siendo el principal alimento diario de los estudiantes, alterando el metabolismo, lipídico cerebral y neuroinflamación de los mismos.
Por ello, Erika Reyes, Docente de Carrera Ingeniería de Alimentos de ULEAM, describió al dibujar una hamburguesa, que los alimentos preparados por la industria realizan una cocción antes de salir y el consumidor las fríe o asa “es una reacción química entre aminoácidos y azúcares reductores durante las altas temperaturas como el cocolón, abunda mucha acrilamida”.
Así mismo, Reyes añadió lo importante de saber quién realiza estas comidas ultraprocesadas, ya que si abunda de esta sustancia generará otros compuestos químicos que también son tóxicos y potencialmente cancerígenos, como las aminas heterocíclicas o los hidrocarburos aromáticos policíclicos que parte de la nomenclatura de la acrilamida.

Esto acrecienta el riesgo de desarrollar trastornos mentales y desórdenes alimenticios que necesitan atenderse de forma comprensiva para encontrar la pieza faltante en su cerebro que arme una buena calidad de vida.
David Reina estudiante de la Carrera de Derecho de ULEAM, admitió mientras acomodó su mochila, que digiere a diario pequeñas porciones de comida chatarra para cualquier momento, pero en la secundaria no los saboreaba por los refrigerios que recibía de su madre, la responsable de su salud en ese entonces.
“Mi viejo colegio no había mucho de comer en el bar, pero mi madre se responsabilizó en mi dieta, enviando mi lunch alimentos livianos que me mantenía despierto todo el día y aún más en semanas de exámenes, pero cuando tuve la libertad de obtener mis comidas, conseguía lo que sea en carritos o restaurantes”
Elvis Castillo, Bromatólogo del Instituto Superior Técnico Luis Arbolera Martínez en Jaramijó (ISTLAM), aclaró al tocar su microscopio que los estudiantes, especialmente en periodos de bajo presión crece un apetito constante por el uso de energía en el cerebro por los estudios, por lo cual consumen estos alimentos para mejorar el ánimo.
Sin embargo, Castillo mencionó que el alto contenido calórico y su carencia de nutrientes hacen que sea fácil ganar peso cuando se consume de forma regular, “el consumo excesivo de grasas saturadas y azúcares puede aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades fisiológicas como psicológicas”, puntualizó seriamente.
Mientras acomodaba sus carpetas, Manuel Saltos, Psicólogo clínico de ISTLAM, destacó que existe un impacto significativo en los alimentos ultraprocesados, ya que viene con grasas saturadas, azúcares refinados y adictivos, asociándolo con los trastornos de depresión y estrés, que contribuye al deterioro cognitivo y regulación emocional, considerando una intervención nutricional.
Por otro lado, tras las puertas de la Carrera de Comunicación de ULEAM, 56 estudiantes de octavo semestre de la Carrera de Comunicación ciegan el hambre en un laberinto de sabores artificiales durante una vida universitaria muy colapsada, normalizando la dependencia de estos alimentos que solo contribuyen el aumento de enfermedades y afecciones mentales.
Se desplegó través de encuestas y conversaciones con estudiantes del octavo semestre una interrogante: ¿se puede trazar un diagnóstico que revele las raíces y fuerzas que impulsan el consumo desmedido de alimentos chatarra? Con el fin de destapar los patrones de comportamientos que manifiestan ante la comida bajo diversas circunstancias.

De ellos, se tomó una muestra de 49 estudiantes, de los cuales el 83,7% encuentran como refugio cada bocado, evitando los periodos de estrés u otra inquietud que los impulse a comer en excesivo.

Estos estudiantes recurren de consuelo frente a situaciones estresantes, destacando una variabilidad en las estrategias de afrontamiento dentro del mismo grupo académico.
De la misma manera, los 49 encuestados de octavo semestre, el 74,36% intentaron frenar la comida chatarra en su dieta por las cantidades diarias que ingresaban en su boca, preocupando a varios estudiantes los síntomas que estropean su carrera.
Sin embargo, los jóvenes se obligan a dejarlo sin ningún profesional de la salud a su lado para un exitoso proceso que prometa moderar su consumo.

Dentro de la selección conformada por 49 encuestados que actualmente están matriculados en el octavo semestre, el 38,78% se esfuerzan por adquirir alimentos carentes de nutrientes, incluso cuando no encuentran en locales sus productos favoritos.
Esto se debe a la necesidad de satisfacer sus apetitos tanto en momentos de alegría como en períodos más melancólicos.
Es así, como se presenta la importancia psicosocial frente a las prácticas alimenticias de los universitarios, causando síntomas asociados a la depresión, ansiedad y el estrés, que por años pasan de alto.
A pesar de que la ciudadela universitaria aporte en la salud mental de los estudiantes por los servicios que les otorgan, no profundizan los otros factores que arriesgan su psiquis durante la baja presión de su carrera universitaria, escapando en cada bocado sus preocupaciones en un refugio temporal de comida chatarra.