Por: Montero Melany
El Centro Diurno de Desarrollo Integral para Personas con Discapacidad en Manta, logra que 65% de sus beneficiarios accedan al campo laboral en la empresa privada o que alcancen el desarrollo económico mediante emprendimientos propios.
En el Ecuador la Constitución de la República, en su artículo 11 referente a los principios de aplicación de derechos, establece: “la igualdad de todas las personas y el total goce de los derechos, deberes y obligaciones”. Las personas con discapacidad han enfrentado por años la desigualdad, la discriminación o dificultad para acceder al empleo, pese a que el Estado reconoce a las personas con discapacidad en derecho al trabajo en condiciones de igualdad de oportunidades.
La Constitución en su artículo 33 también establece que: «El Estado garantizará a las personas trabajadoras el pleno respeto a su dignidad, una vida decorosa, remuneraciones y retribuciones justas y el desempeño de un trabajo saludable y libremente escogido o aceptado». La ley estipula claramente que cualquier tipo de desigualdad o discriminación hacia personas con discapacidad sea inconcebible, frente al reiterativo incumplimiento de la ley, surge la necesidad de implementar centros de ayuda social donde las personas discapacitadas puedan mejorar sus capacidades y competencias y de esta forma estar aptos para aplicar a las distintas plazas de trabajo, mejorando sus oportunidades de un desarrollo digno.
Bajo la sombra de una acacia reposan los asistentes a este centro de bienestar social esperando la hora del desayuno. Llegan antes de las 8, son recibidos con alegría y con cada día que asisten, sus oportunidades de obtener empleo aumentan.
Después del aperitivo preparado por las manos del asistente de cocina Gustavo Bowen, ingresan a sus aulas a recibir las capacitaciones que han preparado para ellos los profesionales que aquí laboran.
Bowen, es como una cortina que oculta la bondad de su corazón. “Yo me encargo de evidenciar que nuestro trabajo está beneficiando a las personas con discapacidad desde la cocina, en el contrato están los procedimientos, pero yo agrego una pizca extra de bondad”, argumentó con una mirada de pronóstico reservado.
Este hombre es uno de los diez profesionales que trabajan cada día para facilitar la inserción de las personas con discapacidad al mundo laboral, y mejorar la calidad de vida de aquellos que tienen un proceso de evolución más lento que el resto. “Tenemos una nutricionista que se encarga de enviar el menú para periodos de tres a cuatro meses, nos acogemos a las decisiones de la profesional. Aquí los chicos han aprendido a comer de todo porque yo preparo comida rica”, ironizó con alegría mientras se ponía su mandil de cocina.
La jornada acaba de comenzar y sobre el escritorio de Elizabeth Mero ya hay dos carpetas con trabajo para ella. Su labor como coordinadora de este centro no se limita a teclear en su ordenador como una secretaria de banco, sino recorrer las instalaciones con una participación activa que asegure la calidad de atención que el centro brinda a sus usuarios.
“Precisamente estos programas de ayuda social se enfocan en gestionar y coordinar con instituciones del sector

privado, sean visitas, capacitaciones o prácticas. Esto fomenta la inclusión económica de las personas con discapacidad que llegan al centro”, detalló Elizabeth Mero la profesional con la frescura de su sonrisa mañanera.
El blanco de su camisa representa la paz, pero el brillo de sus ojos evoca esperanza. Este lugar acoge a gente de Manta que llega buscando una mano amiga que no pudo encontrar antes.
En las calles de la ciudad puerto, todavía hay gente sin más techo que el cielo que no recibe ayuda necesaria para una correcta reinserción a la sociedad, por ende, los programas cuya finalidad sea erradicar la desigualdad social son de vital importancia en urbes como esta.
“En este centro tenemos 34 chicos desde los 18 años hasta los 64. Trabajamos en conjunto con el Ministerio de Inclusión Económica y Social y el Municipio de la ciudad, siempre pensando en el bienestar de nuestros jóvenes y apegados a los lineamientos del MIES”, enunció Mero.
Las instalaciones son amplias pero el amor y la paz que se respira en el aire no cabe dentro y desborda por las ventanas. El murmullo clásico de un aula de clases atraviesa las paredes y llega hasta el pasillo, en cada aula hay una facilitadora con su respectiva auxiliar, encargándose de llevar a cabo las capacitaciones.
“En este centro contamos con cuatro facilitadoras repartidas en dos únicas aulas, además de un psicólogo, una trabajadora social, una terapista ocupacional, una persona encargada de la limpieza, un auxiliar de cocina y yo, que soy la encargada de coordinación”, profundizó Mero mientras ordenaba las carpetas de su escritorio.
Mucho se ha hablado de los puestos en las empresas públicas y del supuesto negociado que existe en estas, donde la corrupción ha llevado a quienes buscan empleo, a recurrir a prácticas poco éticas que ponen en riesgo la calidad del servicio que dichas entidades ofrecen, por ende,
este tipo de centros deben estar sujetos a evaluaciones periódicas a su talento humano para evitar acciones negligentes.
El MIES es quien se encarga de los lineamientos a los que nosotros nos acogemos. El personal que labora aquí tiene sus respectivas horas de preparación, su título profesional y todas las ganas de trabajar en beneficio de su comunidad, son todos estos factores los que dan garantía de que haremos bien nuestro trabajo.
Linda Quiroz, es una trabajadora social comprometida con su papel dentro del centro. Sus pómulos rosados y su simpática sonrisa son señal de su buena salud, que se traduce en una gran energía para llevar a cabo las actividades que demanda su cargo laboral.
“Nuestros jóvenes vienen a descubrir y reforzar las destrezas que tienen, nosotros hacemos que esto suceda con el propósito de insertarlos laboralmente y alcancen su independencia futura”, aventuró.

La preocupación sale a flote en su rostro como una madre preocupada por sus hijos, cuando es cuestionada sobre el ámbito escolar, de la posible relación entre la calidad del sistema educativo y las problemáticas sociales que impiden a los discapacitados acceder al mercado laboral.
“En las entidades educativas ya existen departamentos que se encargan de realizar acompañamiento para personas con discapacidad, pero a diferencia de nuestro centro, son las psicólogas quienes desempeñan el papel de una trabajadora social, lo que pone en riesgo la calidad del acompañamiento”, sostuvo la trabajadora social con un semblante serio y su mano firme.
El acompañamiento de un profesional es esencial en casos donde las personas sufran de algún tipo de discapacidad, no solo para quien la padece, sino para su núcleo familiar, ya que pueden aprender sobre herramientas que faciliten la convivencia y aseguren una buena calidad de vida. “En este lugar tenemos el apoyo de muchas entidades para brindar capacitaciones prácticas que ayuden a los padres a llevar una educación inclusiva en el hogar”, admitió.
“Los desafíos que tienen las personas con discapacidad vienen desde que están en el vientre. Hay padres que no aceptan estos casos, pero aquí es donde la ayuda de un profesional es de vital importancia”, añadió la elocuente mujer.
Monserrat Vélez, es una de las dos docentes que brindan sus conocimientos en beneficio de los discapacitados, para ella los limites no existen, y como un girasol dejando semillas, se encarga de que sus alumnos adquieran esta visión con la ayuda de su fiel auxiliar de acampamiento.
“Al inicio del año hacemos un plan de vida de cada uno de los usuarios, de esta forma conocemos sus intereses, y en ese ámbito enfocarnos para prepararlos para una vida diaria y su independencia”, aseveró Vélez con una sonrisa cautivadora.
Además, se cuestionan las prácticas y avances aplicados en el apoyo a las personas con discapacidad, así como la actualización constante de los métodos de enseñanza utilizados para garantizar su mejora continua.
“Yo recibo muchas capacitaciones por parte del MIES y por parte del GAD. Nos capacitamos para llegar al usuario de manera idónea, sobre todo en la parte social y emotiva”, enfatizó.
Valeria Majo es auxiliar de facilitación de la sala uno, con una sonrisa desbordante abre su corazón para hablar sobre su labor como docente dentro del centro.
“Para asegurar que la inclusión empiece desde nuestras aulas, se buscan actividades en las que puedan participar todos, a veces variamos o tratamos de adaptarlas a las personas que tengan alguna discapacidad física, así promovemos la inclusión en todo nuestro entorno educativo”, especificó la joven profesional.
Al igual que a los facilitadores, los auxiliares también son orientados a capacitarse contantemente para brindar un mejor servicio. “El MIES nos capacita en línea, de esta forma mantengo mis conocimientos actualizados y puedo hacer mi trabajo de mejor manera, el cariño que tengo por ellos es la gasolina de mi vida, siento que son mis hijos”, confesó con una sonrisa reconfortante la profesional.
Elizabeth Macías es otra de las mujeres que labora en este centro de bienestar social, es facilitadora desde hace 3 años y cuenta con 15 años de experiencia como educadora especial lo que la ha convertido en una de las docentes mejor capacitadas dentro del personal.
“Las adaptaciones que se hacen para mejorar la enseñanza parten del estado intelectual o cognitivo de los usuarios, siempre tratamos de obrar correctamente y tomar las mejores decisiones con base en nuestra experiencia”, enunció la docente mientras acomodaba sus lentes.
Elizabeth es una mujer segura y decidida, hace autocrítica y reflexiona sobre la calidad actual de las capacitaciones y acompañamiento que brinda el centro donde labora actualmente. “Yo diría que en cuestión de inclusión no llegamos a cumplir al 100%, siento que nos falta descubrir muchas técnicas para cumplir a cabalidad las adaptaciones de la inclusión total para ellos”, contrastó la profesional.
Según información oficial de la Organización de las Naciones Unidas, se calcula que 1300 millones de personas, es decir, el 16% de la población mundial, sufren actualmente una discapacidad importante y esta cifra va en aumento.
El aspecto psicológico también es importante dentro del acompañamiento que reciben los beneficiarios, en las discapacidades intelectuales hay indicadores que las categorizan en leve, moderado y grave, dentro de las físicas pueden existir patologías emocionales que dificulten el aprendizaje, por ende, es importante evaluar cada caso desde el enfoque sistémico familiar que brinda la psicología.
El perfil de un psicólogo clínico es indispensable dentro del personal del centro. José Echeverría cumple con su papel de orientador psicológico y profundiza sobre su labor.
“De acuerdo con la intensidad y el grado de la discapacidad de algún caso, nosotros evaluamos patologías y decidimos qué técnica psicológica aplicamos, por citar un ejemplo, el psicoanálisis, donde trabajamos desde el inconsciente”, especificó el profesional de la salud mental.
El trabajo multidisciplinario es indispensable en centros de desarrollo integral como este, sobre todo por la labor de los profesionales en ramas como la psicología, la educación y la terapia ocupacional. “Cada uno se encarga de su área, pero al mismo tiempo todos se enfocan en la estimulación, sea desde el aprendizaje, neuromotora o la psicológica como es mi caso”, puntualizó el joven.
Las risas inocentes y las miradas curiosas de algunos de los alumnos son el pan de cada día dentro de las instalaciones, algunos llegan acompañados y otros por cuenta propia, lo cierto es que se respira paz y seguridad, eventualmente las emociones salen a flor de piel el bienestar de una cálida mañana en el centro se contagia a todos los presentes.

La página de información del sitio web de la Alcaldía de Manta, la Unidad de Atención y Capacitación para Personas con Discapacidad, se inauguró el miércoles 20 de junio del año 2018, en la administración del alcalde Jorge Zambrano. Por un periodo de 5 años se ha mantenido como un referente de inclusión y figura como un faro de esperanza para quienes buscan cambiar sus vidas.
Una de las profesionales encargadas de hacer este anhelo realidad es Yadira Franco, terapista ocupacional que ha dedicado 4 años de su vida al servicio de la comunidad.
Sus ojos reflejan el verde de los árboles del patio, que elevan sus copas al cielo ofreciendo sombra sin pedir nada a cambio. Se relaja en una banca y disfruta de un receso mientras los alumnos reciben un aperitivo de media mañana.
Su rostro se ilumina cuando habla de su vocación por la ayuda social, sus dientes se asoman y en su pecho el incesante galope de su corazón la delata, ama mucho su trabajo en este lugar. “La vocación es vital cuando uno trabaja sirviendo a la comunidad”, resaltó la terapista.
Una situación desafiante que atravesó fue trabajar con un niño diagnosticado con autismo, y serios problemas de conducta. “Sentí mucho temor, porque el niño se golpeaba la cabeza en la pared y también mordía. Trabajando en conjunto con el área de psicología se logró recuperar y mejorar su comportamiento”, recordó Yadira Franco, mientras se quitaba su chaleco de trabajo.
El Centro Diurno de Desarrollo Integral para Personas con Discapacidad en Manta, a lo largo de este recorrido ha vislumbrado el arduo esfuerzo de profesionales comprometidos. La determinación de las personas con discapacidad aniquila obstáculos en la firme convicción de que la inclusión es la clave para una sociedad más equitativa. Este centro de apoyo ha logrado insertar a sus beneficiarios en el ámbito laboral y mejorar sus habilidades, sembrando cambios, guiando y cuidando de cada una de las personas mediante los valores y deberes que le inculcan los expertos desafiando y promoviendo la igualdad.