Por: Mauricio Mendoza
En el bullicioso rincón del centro comercial Mall del Pacifico de la cuidad de Manta, donde los aromas danzan en el aire como mariposas golosas, se erige un puesto de wafles. Sus paredes, salpicadas de vapor y risas, son testigos silenciosos de un tejido artístico que va más allá de la mera mezcla de harina y huevos.
“los wafles, se asemejan a un telar mágico. La artesana, armada con su varita de metal, desliza la masa sobre la rejilla caliente, creando una sinfonía crujiente que resuena en cada esquina del lugar. Cada burbujeante hendidura es una nota en la partitura de esta dulce sinfonía”, describió Laura Mendoza empleada mientras prepara la masa.
“Este emprendimiento local se convierte en un taller de sueños. Cada bocado es una ventana a la infancia, un retorno a la inocencia perdida. El chocolate caliente, espeso y sedoso, se vierte sobre los wafles con la elegancia de un pintor que da vida a su obra maestra”, afirmó Andrés Zambrano cliente del lugar.
Así, en medio del bullicio del centro comercial, el modesto puesto se alza como un maestro de la gastronomía, tejiendo sueños dorados en cada crepitar de la rejilla caliente. Y, en cada bocado, los comensales se sumergen en un cuento de sabores, donde los wafles son los protagonistas de una historia dulce y eternamente deliciosa.