Por, Jean Carlos Pinoargote
En el corazón del barrio El Mirador en Montecristi, cada noche, un incandescente torneo de pasiones deportivas ilumina la cancha de indor. Los moradores del sector se congregan como guerreros del fútbol cinco, donde el calor de la competencia y la amistad se entrelazan en una danza de luces y sombras.
Jhon Franco, residente cuya alma late al ritmo de cada partido, aseveró, «aquí, en esta cancha de indor, dejamos atrás la rutina diaria y nos convertimos en rivales, fuera de ella, somos amigos que compartimos la misma pasión…».
La cancha de indor se convierte en un faro en medio de la oscuridad de las preocupaciones cotidianas, un lugar donde el estrés se disipa como las sombras de la noche. Einer Ávila, jugador entusiasta, puntualizó «este lugar es nuestro refugio, donde liberamos el estrés acumulado durante el día. En esta cancha, disfrutando del deporte que nos une y estrechando lazos con amigos y vecinos».
El indor del Mirador es mucho más que un campo de juego, es donde las pasiones y la solidaridad se funden en una mezcla de emociones. En medio de cada partido, los ciudadanos forjan conexiones que relucen como estrellas en la noche, y sus risas y victorias resuenan como melodías que llenan de vida las calles del sector.