Por Yandry Anchundia
Los directivos de la comunidad “Los Bajos de Afuera”, se reunieron en una encrucijada que resonaba con los ecos del descontento. Como si fueran náufragos en un océano de decisiones vendidas al viento, los comuneros se encontraron atrapados en una tormenta de preocupaciones, mientras las tierras que consideraban su ancla se deslizaban entre sus dedos.
La sala de reuniones, antes un refugio seguro, ahora parecía un barco a la deriva en medio de una maraña de desconfianza. Los directivos se enfrentaban a una marejada de descontento, generado por la reciente venta de tierras sin el consentimiento de la comunidad. Los comuneros, al igual que árboles arrancados de raíz, se sentían desarraigados y despojados.
La venta de tierras, cual vendaval despiadado, dejó a la comunidad atónita y desconcertada. En la reunión, las palabras de los directivos resonaron como truenos en la tormenta, pero su significado parecía esfumarse como el agua entre los dedos.
La presidenta de la comunidad confesó que las discusiones, cargadas de relámpagos de desconfianza, iluminaban las grietas de un contrato “las tierras fueron vendidas por el anterior presidente y ya van casi dos años que aun no se puede resolver el problema”, aseveró Dalia Franco, representante, con una mirada decepcionada.