Por Ornella Choez
La controversia surgió debido a preocupaciones sobre el impacto ambiental que podría tener la construcción en una zona sensible y respetable.
La comuna de Olón, Santa Elena, un rincón mágico, donde la naturaleza se entrelaza con la vida cotidiana de sus habitantes playeros. Al norte de la parroquia Manglaralto, se encuentra el bello esterillo de Oloncito que se despliega como un santuario verde, un bosque protector, o más conocido como área protegida desde el 2001 decretado por el Ministerio del Ambiente. Espacio de refugio para flora y fauna local que guarda diferentes beneficios.
El manglar se caracteriza por tener tres especies de plantas: mangle rojo, mangle negro y languncularia racemosa o blanco que le da esencia a la naturaleza pueblerina. Se destaca por ayudar a disminuir el impacto del cambio climático y actúa como una barrera natural contra las inundaciones de alrededor de 4 barrios en la comunidad.
El 6 de mayo del 2021, se impone en el territorio el proyecto inmobiliario de la empresa Vinazin S.A. En el que consistía en el desarrollo y construcción de un conjunto de 4 edificios con distintas plantas cada uno, la planta baja destinado para parqueos, mientras que las zonas altas distribuidas para tener 24 unidades de viviendas acogedoras y un tejado amplio con vista hacia la playa para observar la caída del sol entre un mar azulado perdiéndose en el horizonte.
Dentro del complejo urbano contemplaban realizarse 2 plazas sociales para charlas entre la comunidad de la urbanización, cada uno con piscina, baños, áreas verdes, parques, vías de acceso a la playa y un malecón hacia el cuerpo de agua, entre otras obras de infraestructura.
Desde el año 2022 sonaban ecos desde lo más profundo de datos no comprobados sobre la propuesta del proyecto inmobiliario en el esterillo de Oloncito. Meses antes del caos solo existían diálogos silenciosos de la oferta dentro de la asamblea comunal donde se mantenía en análisis y proceso de aquello, sin mantener al tanto a la comunidad.
“Yo ya sabía hace casi 1 año y medio o 2 años que eso iba a pasar cuando Jonathan Borbor estaba en el poder, él estuvo concentrado en la protección ambiental de la zona, pero no tuvo apoyo, pero al salir del cargo de la comuna siguió monitoreando”, afirmo Ángel Reyes, habitante del pueblo San José y Olón.
El proyecto inmobiliario que prometía trasformar un área costera en un complejo turístico para presentar oportunidades de desarrollo económico. No trajo felicidad sino una tormenta de amenazas contra la tranquilidad y biodiversidad del pueblo. Los moradores se sintieron como barco en deriva, enfrentando las olas de incertidumbre ante la invasión sobre su hogar.
El comienzo del conflicto se dio por la tala de algarrobos resplandecientes de hojas color verde ubicados al borde del ecosistema local que fueron derribados con motosierras afiladas por el personal contratado de la empresa. “La comunidad fue alertada, el cabildo comunal tomo acciones dirigiéndose al sitio, consulto a las personas encargadas de la tala de árboles y personalmente me dirigí con la vicepresidenta de la comuna a realizar la verificación de la documentación, donde se conoció los detalles previstos del proyecto, que principalmente era realizar un relleno del 60% del espacio”, aseveró Jefferson Tigrero, presidente de la asociación de servidores turísticos de Olón.
La disputa por la defensa del manglar en la comuna Olón generó la paralización inmediata del proyecto desde el día uno. “Es muy importante recalcar el rechazo a las intenciones que tuvo esta empresa inmobiliaria al querer generar una infraestructura en la propiedad interpuesta y querer rellenar un cuerpo hídrico”, recalcó Jonathan Borbor, presidente del comité forestal de la comuna Olón, considerado activista ambiental que siguió y apoyó el caso de cerca.
La empresa Vinazin S.A de un poder grande, no fue un impedimento para quienes lucharon por la conservación del área protegida. “Llegó mucha gente, vendieron comida, hasta mi amigo Jeremy Jey influencer francés compró cocos para tomar entre los protestantes y policías por el inmenso calor, se habló de hacer una carta para pedir un proceso legal de separar a la empresa con el manglar y después llegaron reporteros para ayudar con la distribución de información”, describió Clara Chardon, una de las defensoras del manglar y residente de la comunidad.

“Pasaron los días y las personas de Olón hacían guardia día y noche protegiendo el estero”, añadió Víctor Piguave, habitante que visualizó el faro de resistencia que iluminaría la oscuridad amenazante de su hogar. Cada paso defensor no solo era por el ecosistema vital, sino también por la identidad y el futuro de todos. En el escenario de lucha y esperanza el estero se convertía en un símbolo de firmeza.
El 11 de mayo del 2024 tras una guerra de protección, diálogos por el derecho ambiental, se suspendió la construcción de la obra. Es un claro ejemplo de cómo las comunidades pueden movilizarse para proteger y ser voz de su entorno frente a intereses económicos poderosos. Aunque se logró la victoria, el futuro del esterillo de Oloncito tiene aún una relación con el gobierno. Este caso resalta la necesidad de que todos estén alerta a otro problema ambiental.
La historia reciente se convierte en una lección sobre cómo la resistencia puede florecer incluso ante las adversidades más desafiantes. Es fundamental que los comuneros permanezcan organizados para cualquier batalla y se conviertan en guerreros peleando por sus tierras.
