Por Yulexi Román
Las redes sociales son el corazón del internet, y los usuarios activos han aumentado como espuma sobre el mar en la última década. El estudio realizado en México, sobre las percepciones de los adolescentes sobre las redes sociales y su influencia en la salud mental, mostró que el uso de las redes sociales puede generar sentimientos negativos como vergüenza, ansiedad, depresión y adicción, así como riesgos como la divulgación de datos personales, la invasión de la privacidad y el hostigamiento.
La vida moderna está conectada con las redes sociales, que permiten a la gente comunicarse con sus amigos y familiares, compartir contenido, interactuar con celebridades y empresas, y obtener variedad de información. Aunque las redes sociales pueden ofrecer algunos beneficios, existe preocupación sobre sus potenciales impactos en la salud y el bienestar de la gente.
“Las redes sociales son un medio de comunicación bastante efectivo y su uso se elevó mucho más cuando hubo la pandemia por COVID 19“, aseveró Viviana Demera, licenciada en Psicología.
Según un informe de Hootsuite y We Are Social, el número de usuarios de redes sociales en el mundo aumentó en un 13% en 2020, lo que equivale a 490 millones de usuarios nuevos. Actualmente, el 58% de la población mundial usa las redes sociales.
Mientras que estas plataformas tienen algunos beneficios, también pueden tener algunos costos para la salud mental y la autoestima, dejando a los jóvenes como los mayores damnificados en el paso del tornado de la aceptación social.
Las redes sociales son como un espejo mágico, que muestra imágenes idealizadas y retocadas de las personas, estilos de vidas ostentosos, mientras que oculta las imperfecciones y las inseguridades. La expectativa de verse así, sin defectos y con un aspecto perfecto, resulta en carga demasiado grande para los jóvenes, afectando su autoestima.
“Hay muchas chicos chicas que suben fotos de su cuerpo, lo cual está excelente. Sin embargo, se va creando como un patrón en donde ella es bonita, él es guapo y es lo normal, es lo mejor y nace el “yo debería ser así, ¿cómo hago para ser así?”, entonces se va creando como una presión social por el mismo estereotipo, se va dando como lo normal y que sería mejor poder alcanzarlo”, añadió Viviana Demera mientras su mirada denotaba consternación y un fondo de tristeza.
“No, me considero alguien sumamente linda, siento que hay muchas chicas que son muy guapas y si quisiera poder verme como ellas, pero sé que eso es un poco irreal”, admitió Anny Sabando, mientras su mano derecha agarraba tímidamente su brazo izquierdo y su mirada triste bajaba lentamente hacia sus pies. “No tengo tantos seguidores en las redes sociales y sé que eso no debería importarme tanto, pero no sé, aun así, lo hace”, murmuró tímidamente.
“Por la inmediatez de las redes sociales se genera la necesidad de la recompensa inmediata, lo que hace que nos volvamos más impacientes y trae consigo la necesidad de estar revisando constantemente el celular, viendo cuantas reacciones tiene mi foto, cuantos comentarios tengo, cuantas vistas tiene mi tik tok y demás”, aseguró la psicóloga Emily García, con mucha seguridad y firmeza en su voz.
“Cuando tenía entre 17 y 19 años, si me afectaba muchísimo ver a otras chicas lindas, viajando, teniendo buen cuerpo, una piel muy linda y todo eso”, admitió Génesis Román, con un tono melancólico en su voz, “creo que, al tener problemas de acné, no me ayudaba seguir a puras chicas con piel tersa”, añadió, con una pequeña sonrisa burlona en su rostro.
“La adolescencia es la etapa más susceptible, porque durante esta ya no solo es como en la infancia que se centran en el juego y en el presente, sino que se convierte en un ser más sociable, se va dando cuenta y explorando el mundo de diferentes maneras”, afirmó Viviana Demera, mientras sobaba sus rodillas lentamente. “tal vez Juanita era así y ahora está acá, Pablito antes era gordito, pero ahora tiene músculos, se va volviendo más observador de su alrededor y empieza a comparar situaciones, compararse a sí mismo y comparar entre los demás, pero es por el hecho de explorarte, conocer y conocerse, porque está formando su personalidad”, puntualizó.
“Yo no siento que me hayan afectado las redes sociales, a pesar de que, si paso más tiempo del que debería en el celular, no siento que tenga problemas conmigo misma, con mi cuerpo y demás”, reveló Mariam Loor, mientras sostenía su celular en su mano derecha, “mis papás no me dejaron tener Facebook e Instagram hasta que ya cumplí 18 años, tal vez eso ayudó”, aventuró.
“Educar sobre que: no todo lo que se ve o lo que se habla comúnmente es lo que tenemos que lograr. Es importante desde muy pequeños incentivar ese amor hacia uno mismo”, aseguró Viviana con una sonrisa en su rostro.
Los padres, maestros y psicólogos pueden ayudar a los jóvenes a entender que las vidas en las redes sociales son un reflejo de la realidad retocada y modificada para alcanzar un ideal, que en la mayoría de los casos no es real. Es importante enseñar que lo que cuenta es la valía personal, la salud y el bienestar emocional, más allá del aspecto físico.