Por: Mauricio Mendoza
La tarde de un nublado domingo de verano se presentaba como la ocasión perfecta para un evento que traería emoción y diversión a todos. En la casa de Karen Cantos en la parroquia Colon del cantón Portoviejo, los miembros de la familia Cantos Cárdenas y el resto de familiares habían trabajado arduamente durante días para preparar una tarde de bingo. Las mesas con manteles coloridos que anunciaban el evento se balanceaban con la brisa, invitando a la familia a participar en una experiencia única llena de risas, emoción y la esperanza de ganar premios.
Desde la media tarde, los invitados habían acomodado las mesas y sillas en el portal, formando filas ordenadas para los jugadores, Mauricio Cárdenas se dedicó a decorar las mesas con elementos relacionados con el bingo: cartones de juego, granos de Maíz, y un pequeño bolillero para anunciar los números. El ambiente se llenaba de entusiasmo mientras los voluntarios comentaban sobre las expectativas del día.
Los participantes comenzaron a llegar poco a poco, algunos con sus hijos otros con sus parejas y otros solos, todos con un aire de anticipación en sus rostros. El bingo no era solo un juego de azar para ellos, era una oportunidad de socializar, relajarse y quizás ganar un premio para llevar a casa.
Con una voz fuerte, el anfitrión del evento Javier Cantos, un hombre amable y con un gran sentido del humor, se presentó ante la multitud. Explicó las reglas del juego y señaló que lo recaudado será para el ganador de la tabla llena. El portal se llenó de aplausos y emoción.
El juego comenzó con el giro del primer bombo de bingo. El sonido característico de las bolas revolviéndose dentro del bombo llenó el aire. Los jugadores observaban con atención, marcando los números llamados en sus cartones. Con cada número anunciado, la tensión iba en aumento, y las miradas de los participantes se llenaban de esperanza. Los gritos de «¡Bingo!» ocasionalmente llenaban el portal, seguidos de gritos de euforia y felicitaciones.
A medida que avanzaba la tarde y llegando al ocaso del día el ambiente se llenaba de risas y camaradería. Los jugadores compartían historias y estrategias, mientras disfrutaban de Gelatinas y los bocaditos de queso proporcionados por uno de los miembros de la familia anfitriona. Era evidente que esta tarde y noche de bingo no solo era un juego, sino también una oportunidad para fortalecer lazos y crear recuerdos compartidos.
La emoción alcanzó su punto máximo cuando una participante Aida Mera, una tía cariñosa y asidua jugadora, finalmente gritó «¡Bingo!» con lágrimas a los ojos. Fue un momento emotivo, no solo por la victoria, sino también porque sus hermanas y sobrinos la abrazaron con alegría y orgullo. Los premios eran modestos y otros muy valiosos pero significativos, y cada ganador se llevaba a casa no solo un premio material, sino también la satisfacción de haber pasado una tarde y noche de convivencia familiar.
El juego seguía, entre risas y los ricos bocaditos de queso se contaban historias de reuniones pasadas donde todos se ponían nostálgicos de esos momentos que siempre quedaran para siempre marcados.
La tarde y noche de bingo llegó a su fin con aplausos y sonrisas. Los participantes se despidieron con la promesa de volver en una próxima ocasión y con la sensación de haber compartido una experiencia maravillosa con la familia. Los anfitriones recogieron las tablas y la bolillera con la gran satisfacción de haber organizado un evento exitoso que unió a todos se entregaron muchos premios a los ganadores de cada uno de los modos de juego que se realizaron, después de esta maravillosa reunión que se lleno de risas y mucha algarabía María Mera Loor entró a la casa directo a la cocina y encendió la estufa para preparar una rica merienda preparada con los ingredientes frescos y mucho amor, después de preparar la comida se sacaron los platos de las gavetas y se comenzó a servir los platillos que serán llevados uno a uno a las mesas donde antes estaban los cartones, bolilleros y premios que se llevaron los asistentes de este maravilloso evento, después de saborear un rico y variado platillo la señora Kenia Mera comenzó a planear otro bingo que tendrá más premios y diversión garantizada para todos los miembros de la familia y otros invitados que no son del núcleo familiar.
La tarde y noche de bingo demostró que, más allá del juego y la competencia, lo que realmente importa es la conexión humana y la capacidad de hacer el bien juntos., Fue las palabras que una de las anfitrionas al terminar el evento, una jornada que quedará grabada en la memoria de todos los presentes como una muestra de cómo un simple juego puede unir corazones y crear lazos duraderos