Por, Angel Macías
En las faldas del majestuoso cerro, emerge con firmeza un hermoso pueblo, un sitio habitado por una gente cuyo espíritu emprendedor y luchador fluye como el rio de la vida. Como aquel sol que se alza sobre las montañas, así mismo se alza este pueblo ante los desafíos que enfrenta.
En este noble pueblo, se encuentra el negocio del ‘’Chinito’’, que resalta como un tesoro ancestral que traspasa de generación en generación. Las raíces profundas de este negocio son huellas que los padres dejan en la arena, y sus hijos, con fuerza y determinación caminan por el mismo sendero, continuando la narrativa que sus antecesores comenzaron.
Cerca de las nueve de la mañana, como un actor que abre el telón de su negocio teatral, El Chinito da inicio a su espectáculo diario, recibiendo a sus más leales espectadores con los brazos abiertos.
El Chinito se convierte en un lugar donde las sonrisas y charlas se entrelazan con otros comercios vecinos que dan vida al pueblo, a la vez que espera con anticipación a cualquier ser humano que se le haya presentado una emergencia ciclística para actuar como bombero y apagar su incendio.
Exactamente veinte minutos después de develar las ventanas de su negocio, aparece el primer cliente, trayendo consigo todos los elementos necesarios para que el experimentado Chinito se ponga el atuendo adecuado y comience la emocionante tarea de construir una bicicleta desde cero.
La relevancia del cliente residía en el hecho de que venía desde el corazón del cantón, lo cual añadía un matiz significativo a su visita al negocio, ‘’en ningún otro lugar me van armar la bicicleta de mejor manera que aquí, llevo viniendo desde que su padre estaba vivo, y su hijo mantiene esa magia que tenía el progenitor’’, reveló José Mero mientras aceptaba la oferta de un asiento para aguardar la finalización de su bicicleta.
Mientras el cliente observaba atentamente, el Chinito recogía meticulosamente las herramientas requeridas para iniciar su obra maestra. Era evidente su gran experiencia en el tema, respaldada por sus veinticinco años en el negocio y cuatro décadas de vida.
‘’Mi padre fue el mejor instructor que tuve en la vida, estudié poco, pero el mejor profesor fue él definitivamente. Por eso cada que llega un cliente, le agradezco a él por enviarlo’’, agregó el Chinito cuando introducía sus manos en medio del cuadrante de la bicicleta.
Con las manos impregnadas de aceite, se preparaban para ensamblar la cadena en la bicicleta, y su trabajo estaba llegando a su etapa final. Estaba a punto de dar el toque final, a solo una rueda de completar por entero su tarea.
El rostro del cliente era de satisfacción, al ver que su bicicleta en una hora y quince minutos estaba quedando tal cual como él lo había imaginado. Haber apostado por estas manos maestras habría tenido una vez más un resultado totalmente adecuado.
Después de quince minutos más, un joven ciclista acudió de emergencia al negocio, esta vez su neumático se encontraba en serios problemas, lo que le impedía continuar su ruta, y el Chinito era el único bombero que tenía agua para apagar ese incendio.
Después de haber ensamblado una bicicleta completa, el trabajo se volvió para él algo totalmente simple. De inmediato, se vistió con su atuendo para embarcarse en una nueva tarea, esta vez con un enfoque más rápido y eficiente.
Bastaron tan solo quince minutos para que el trabajo estuviera completamente concluido, el ciclista con su rostro lleno de alegría agradeció y continuó su rutina.

‘’El Chinito es como nuestro salvavidas para aquellos que practicamos este deporte, sobre todo porque las vías de acá permiten realizarlo, más de una vez me ha pasado lo mismo y más de una vez el chino me ha salvado’’, reveló Carlos Quijije cuando se embarcaba en su bicicleta recién reparada por el maestro.
‘’Salvavidas’’, es así como lo denominan al chino sus clientes más cercanos, sin ser bombero apaga incendios, sin ser cardiólogo repara el corazón de las bicicletas, pero sin haberse titulado de médico le ha salvado la vida a más de uno que llega al negocio dentro y fuera de este pueblo.
Su reputación se ha extendido por todo el cantón, en gran parte es gracias a su padre, quien le confió este negocio hace ya ochos años. Este negocio es su ancla en tiempos de tormentas, por lo que atiende con un celo incansable, consciente de su importancia en su vida y en la comunidad que lo rodea.
‘’El Chinito es el mejor, siento que el sitio de Los Bajos no sería nada sin él’’, murmuró un señor de la tercera edad mientras caminaba por las terrosas calles del pueblo
Hoy en día, como un río con aguas más escasas, la cantidad de personas que tienen bicicletas es limitada, lo que a veces afecta a sus ingresos. A pesar de esto, se mantiene disponible en todo momento para ayudar cuando sea necesario. En honor a su difunto padre, Alfredo Mejía, conocido como el ‘’Chinito’’ continúa con este legado, cumpliendo los compromisos que su padre ya no puede cumplir, considerándolo la mejor forma de rendirle homenaje.

Dentro de la ciudad del Viejo Luchador, este taller de bicicletas es el latido del ciclismo en el cantón, siendo el único corazón que late con confianza y que ofrece su ayuda a todos quienes tengan una bicicleta.
El taller conocido como ‘’Chinito’’ se halla enclavado en el sitio de Los Bajos del Pechiche, en el pintoresco cantón de Montecristi. Este taller corresponde a Alfredo Mejía, de 40 años de edad. El negocio se encuentra envuelto por la majestuosidad del distintivo cerro que se encuentra como un guardián silencioso y característico de la zona.
De acuerdo con la información proporcionada en la página web de Ciclosfera, durante la reciente crisis sanitaria, se registró un aumento global del 8,6% en la utilización de bicicletas como medio de transporte para ir a las escuelas o al trabajo.