Por: Ginyer Véliz
En las calles de la ciudad de Otavalo, entre el ruido del tráfico y el ajetreo de la gente, los vendedores de frutas y legumbres son una parte integral de la vida urbana. Estos comerciantes ambulantes ofrecen una amplia variedad de productos frescos y saludables a precios accesibles, convirtiéndose en una opción popular para aquellos que buscan alimentos nutritivos.
Sin embargo, como flores silvestres que desafían las normas establecidas, estos vendedores también enfrentan obstáculos en su camino. La falta de un permiso oficial para ejercer su labor les coloca en una posición vulnerable ante las autoridades. A pesar de su contribución a la comunidad y su papel vital en la cadena alimentaria local, se ven obligados a sortear dificultades y lidiar con la incertidumbre.
Detrás de esa aparente sencillez se esconde una historia de lucha y superación. “Desde muy joven, aprendí el valor del trabajo duro y la importancia de aprovechar al máximo los recursos. Es así como aún sigo vendiendo mis legumbres en mi ciudad», sintetizó María Salazar, vendedora ambulante, con la mirada llena de determinación.
Durante sus vacaciones en la ciudad de Otavalo, Jordan Pillasagua ha descubierto el placer de apoyar a los vendedores ambulantes en lugar de optar por un supermercado. Para él, esta elección va más allá de simplemente adquirir alimentos, es una forma de conectarse con la comunidad y valorar el trabajo arduo que realizan estos comerciantes.