Por: Kathiusca Moreira Macias
En las manos de los malabaristas, las calles urbanas se convierten en un escenario mágico donde el arte se mezcla con lo cotidiano. Cada lanzamiento y captura es una afirmación de la creatividad humana que, aunque efímera, deja una impresión duradera en los corazones de quienes tienen la suerte de presenciar este espectáculo callejero.
No solo los malabaristas comparten sus experiencias. Los transeúntes también tienen testimonios que resaltan la magia de estos encuentros inesperados. «Ver a estos artistas callejeros es un recordatorio de la creatividad que existe en lo cotidiano. Sus malabares son como pequeñas historias que nos sacan de la rutina diaria», afirmó Marta Rodríguez.
Con sus malabares en constante movimiento, crean juegos y risas. Con la iluminación del sol, sus sombras bailan junto con ellos, creando una escena visual que transforma la espera en los semáforos.
Carlos Zambrano ha dedicado su vida a los malabares y ha experimentado las altas y bajas de la vida callejera. «He aprendido lecciones valiosas en las calles cada malabar es como un capítulo en mi historia. He enfrentado desafíos, pero también he encontrado apoyo y comunidad en este arte» aseveró Zambrano quien se escabulle entre los malabaristas.
Sus malabares son una exhibición de habilidad, un poema visual en movimiento que transforma el concreto gris en un horizonte de arte callejero.