Por: Leonel Guerrero Párraga
Las aceras y bordillos de las calles del catón Portoviejo se convierten en un símbolo de trabajo para quienes viven de la informalidad. Varios puestos asentados cerca del cementerio general de Portoviejo, ofrecen una diversa gastronomía manabita.
Los transeúntes, ávidos de sus encantos, irradian de felicidad al poder encontrar diversos puestos cerca en donde se encuentran. “Hoy en día el comercio informal se ha vuelto común en las calles del cantón. La necesidad de buscar trabajo hace que emprendan pequeños locales en la informalidad”, aseveró Julieta Cantos, ciudadana, mientras compraba velas.
Las pocas plazas de trabajo hacen que personas generen un comercio informal, la poca oportunidad que existe no es suficiente para ellos. Para ellos los feriados son fechas que no pueden dejar pasar.
“Hay que aprovechar al máximo cualquier fecha que indique feriado, porque es allí cuando la gente más sale y se puede vender. Hay días buenos y malos, yo trabajo todos los días para poder llevarme un sustento para el diario vivir”, admitió Juan Solórzano, vendedor informal, con su rostro afligido y su voz apenada.
Los vendedores ambulantes de la ciudad, son esas estrellas errantes de la gastronomía urbana, iluminan las vidas cotidianas con su creatividad, determinación y pasión por lo que hacen.