Por: Samantha Loor
Calle 1 de enero sector 10 de agosto de Manta, entre el trajín diario de transeúntes apresurados, surge la figura entrañable de don Eusebio, un señor ambulante cuya carreta se convierte en un oasis de sabores exquisitos. Este comerciante itinerante, con su gorra y su sonrisa acogedora, ofrece a los ciudadanos una experiencia única: ovos, mangos, jugo de coco y agua de coco que transforman el caos urbano en un rincón de serenidad tropical.
“La calle es mi escenario, y mi carreta es mi obra maestra ambulante. Cada día me levanto con la emoción de que me vaya muy bien. No se trata solo de vender productos, se trata también de compartir un pedacito de la vida simple y hermosa que a veces olvidamos en medio de la prisa diaria”, explicó Eusebio Moreira cuando atendía a un cliente.
Su carreta, más que un simple medio de transporte, se erige como un santuario ambulante de delicias. Los mangos, con su pulpa jugosa y color vibrante, son una explosión de sabor que transporta a quienes los prueban a las soleadas tierras de donde provienen. Pero con el jugo de coco y el agua de coco que Don Eusebio despliega su arte de maestro.
“Cada vez que paso por la esquina donde está Don Eusebio con su carreta, me transporta, es el jugo de coco y el agua de coco. Es como si cada sorbo me llevara a una playa tranquila, lejos del estrés diario”, confesó Marcelo Jiménez mientras tomaba jugo de coco.
Don Eusebio no solo vende productos; vende un capítulo de escape en medio del frenesí urbano. Cada compra es una entrada a un viaje sensorial, una experiencia que va más allá del simple acto de consumir.