Por, Luis Enrique Moreira Alarcón
En las afueras del parque central de 24 de mayo, cada año un colorido rincón emerge para dar testimonio de una tradición que persiste en el tiempo. Evita Alarcón ha mantenido viva la llama de la venta de flores en el Día de los Muertos durante tres décadas, una escena pintoresca y conmovedora se despliega en su pequeña carpa, donde una mesa de madera y un rudimentario tronco para cortar los tallos de las flores se alinean en preparación para la afluencia de visitantes ansiosos por adquirir un ramo de recuerdos.
Evita, mujer decidida emprendió esta tradición junto a su esposo, apodado «El gordito melena», fue el pionero en esta noble tarea, tras su fallecimiento hace ocho años, donde se ha mantenido firme en su compromiso, apoyada por sus hijos, para asegurarse de que la tradición no se pierda. El rincón de Evita es un testimonio de amor, recuerdo y resiliencia, donde más de veinte tachos desbordan de flores de colores y fragancias que enriquecen el ambiente de la conmemoración.
Clientes fieles con el paso del tiempo, encapsulan el aprecio por esta arraigada costumbre. «Siempre he comprado las flores aquí desde que mi pana “El gordito melena” vendía, pero ahora le compro a su esposa que no dejó perder la tradición de su marido», aseveró Juan Vélez mientras pagaba 5 dólares por un ramo de flores y ante la sonrisa sutil de Evita ante escuchar que el recuerdo de su amado esposo el «gordito melena» sigue floreciendo.
Luisa Cedeño, otra de las personas que año tras año visitan el rincón de Evita, elogia la atención personalizada. «Todos los años vengo por mis flores, la señora Evita me atiende con paciencia y uno compra a su gusto», recalcó mientras sentada en una silla esperaba que terminen de hacer su pedido con las flores de su gusto y en los clores elegidos.
«Este trabajo lo empezó mi esposo hace ya unos 30 años, pero siempre estuve con él ayudándole. Ahora que no está, sigo yo con el apoyo y ayuda de mis hijos para no dejar perder la tradición que él tenía de trabajar en esta época», puntualizo Alarcón mientras con una cuchilla quitaba las espinas a unas rosas rojas. Se deben mantener vivas las costumbres y valores compartidos en el ámbito familiar, un legado que trasciende generaciones y honra la memoria de mi esposo, añadió.