Por: Jean Carlos Pinoargote Loor
Los Frailes de Puerto López, un regalo de la naturaleza en la costa de Manabí, se yergue como una preciosa perla en el collar de playas ecuatorianas. Su arenal resplandece bajo el beso cálido del sol, atrayendo a viajeros ansiosos por desentrañar sus secretos.
Carolina Vargas, propietaria de un restaurante que acaricia las afuera del lugar, puntualiza su perspectiva sobre la magia de Los Frailes, «la playa de Los Frailes es especial para nosotros. Aquí, los visitantes pueden disfrutar de mariscos frescos y auténticos, una delicia para los amantes de la comida, con la singularidad de que no podemos vender o consumir en la playa ya que es un lugar protegido, para conservar su belleza».
Carlos Mendoza, cuyos días están entrelazados con las calles de Los Frailes y su servicio de moto taxi, testifica como el turismo ha enriquecido la vida local, “Los Frailes han experimentado un renacimiento gracias a los turistas. Su llegada ha traído prosperidad a la zona. La sonrisa en el rostro de nuestros huéspedes refleja la alegría que aportan».
La esencia de Los Frailes, como una perla atesorada por el tiempo, radica en su capacidad de equilibrar la modernidad turística con la autenticidad costera. Aquí, los turistas son como viajeros marinos que descubren el tesoro de la hospitalidad local mientras exploran la riqueza de sus costas. Los Frailes de Puerto López, una joya resplandeciente en el litoral ecuatoriano, promete no solo un viaje, sino un preciado regalo donde lo natural se combina con la magia humana en un baúl de experiencias únicas.