Por, Ángel Rodolfo Macías Cantos
Las huecas de Manta son un auténtico festín para los sentidos, ofreciendo una variedad de sabores típicos que se despliegan como un abrazo cálido y amigable para deleitar tanto a los locales como a los viajeros. Los platos se sirven de forma tradicional en un ambiente informal, convirtiéndose en una verdadera joya culinaria.
María Choez, emerge como una firme roca en medio de un mar de desafíos, manteniendo a flote su negocio de encebollados y ceviches durante seis años, mientras las olas de la adversidad se estrellan a su alrededor.
El puesto de comida de Choez, estratégicamente situado junto al pintoresco muelle artesanal de la ciudad, se convierte en un punto gastronómico esencial para los pescadores locales. Diariamente, en su negocio se despachan de 40 a 50 platos de encebollados, como si cada uno fuera una chispa de magia que enciende el éxito de su emprendimiento.
De manera similar, José García, capitán del restaurante «Cielito,» situado en un rincón del Nuevo Tarqui, afirma que su establecimiento se ha vuelto un imán de viajeros procedentes de diversos territorios, incluyendo Guayaquil, Quito, Colombia y Perú.
Así, García ha convertido su comedor en un punto de referencia para los amantes de la buena comida, por la riqueza de sabores que presenta en sus platos. “Entre las especialidades que tenemos se encuentran la guatita, el pescado y camarón apanado, camotillo frito y otros platos, creando un lugar de reunión culinario muy apreciado”, concretó García.
La ciudad atunera se alza como un rincón culinario iluminado por un sol radiante de sabores, donde la diversidad gastronómica brilla con la dulzura del plátano y el irresistible aroma y sabor del maní. Por encima de todo, los mariscos frescos y abundantes son las joyas más preciosas que adornan este tesoro culinario.