Por, Jean Carlos Pinoargote
En las calles de Leonidas Proaño, las robustas maquinarias, que en el pasado simbolizaban el progreso de obras públicas, se han metamorfoseado en símbolos de solidaridad comunitaria. Estas colosales máquinas, ahora paradas en las vías, parecen guardianes pacientes, listos para extender su apoyo cuando los trabajadores municipales pueden dedicar su tiempo.
En este peculiar escenario, Letty Coronel, habitante de este rincón en Montecristi, narró su experiencia, «hace una semana, me acerqué a una maquinista para solicitarle ayuda en la remoción de una gruesa capa de lodo que había cubierto mi casa tras intensas lluvias. El conductor no dudó en brindarme su excepcional colaboración». En esta simple anécdota, se adivina cómo la cooperación puede convertir herramientas cotidianas en auténticos tesoros para la comunidad.
Bryan Pin, otro vecino, señala que estas máquinas han estado en constante acción en las casas de los habitantes durante las obras en curso en las calles principales, aunque él personalmente no haya requerido sus servicios. Reconoce con admiración el impacto positivo que han tenido en la comunidad y cómo han tejido un espíritu de colaboración en el corazón de Leonidas Proaño.
Estas máquinas, en un pasado lejano símbolos de desarrollo urbano, se han convertido en el eslabón que conecta a los residentes con los trabajadores municipales. En esta transformación, han brotado soluciones creativas y una unión inquebrantable para enfrentar los desafíos de la vida diaria. La historia de Proaño revela que, incluso en medio de las adversidades, la fuerza de una comunidad cohesionada es como una herramienta poderosa capaz de moldear su entorno y elevar la calidad de vida de sus habitantes.