Por, Jahiline Díaz Fernández
La felicidad se percibe a flor de piel en los adultos mayores del comedor solidario San José cuando reciben visitas, ya sean por sus familiares o grupos de ayuda que traen consigo la calidez de un abrazo. Esto les permite mantenerse en un buen estado de salud mental y sobre todo la felicidad se apodera de ellos.
“Cuando estos niños nos visitan, una lluvia de sonrisas nos inunda; sentimos felices, nos hacen reír, nos traen algún cariñito, todo eso nos hace bien”, aseguró Angela Barreto, mientras una delicada sonrisa se apodera de su rostro.

Para estos adultos mayores, aprender nuevos idiomas y hacer manualidades los transporta a un universo de diversión, donde se sienten como unos niños otra vez, disfrutando al máximo. “Todos nos ponemos felices. Aquí competimos por la mejor creación, también nos enseñan inglés, nos hacen ejercitar y sentirnos útiles y bien de salud”, admitió Hugo Benavides, una sonrisa de oreja a oreja cubre su rostro.
Cada actividad para ellos representa una terapia física y mental, una distracción que les permite olvidar cualquier dolencia. “Cuando vienen estos pequeños, dejamos atrás la conciencia de que estamos viejos, de que nos duele cualquier cosa”, afirma Benavides, mientras los niños de octavo año de la Unidad Educativa Clara Barton lo abrazan y le dan cariño como si fuera un familiar suyo.

Los adultos mayores se despojan de todo y se convierten en faros que iluminan con su resplandor, irradiando amor, alegría y sabiduría. Aprecian cada enseñanza, conocimiento, sonrisa y chiste como tesoros que les aportan felicidad, cultivando una actitud positiva que les permite sentirse acogidos por los demás, disfrutando cada día como si fuera el mejor de sus vidas.