Por: Belén Rodríguez
En un rincón olvidado de la parroquia Canuto en Chone, la calle Sucre ha dejado atrás su pasado de desolación para dar paso a una sinfonía de colores y fragancias. Lo que alguna vez fue un desalentador tiradero de basura, hoy se erige como un testimonio viviente de la capacidad transformadora de la comunidad: un huerto nacido del esfuerzo conjunto de vecinos comprometidos con el resurgir de la naturaleza.
«Aquí, donde antes reinaba el abandono, ahora florece la vida. Cada planta es un recordatorio de que el cambio comienza en nuestras propias manos», recalcó Carmen Ramírez, una de las impulsoras de esta iniciativa que ha convertido la calle Sucre en un vergel de esperanza, con un gran entusiasmo.
El huerto, que alberga diversas especies vegetales, se erige como un oasis en medio del asfalto urbano. Entre las plantas que han encontrado un nuevo hogar se encuentran el orégano, con su aroma reconfortante, y la hierbaluisa, cuyas hojas liberan esencias que revitalizan los sentidos.
«Cada planta es como una pequeña revolución que nace de la tierra. Son nuestras aliadas en esta lucha contra la indiferencia, un grito silencioso que dice que la belleza puede surgir incluso de los lugares más oscuros», afirmó Juan Torres, vecino que se unió a la iniciativa, mientras regaba una de las plantas.
La calle Sucre, que solía ser sinónimo de desidia, ahora es un testimonio tangible del poder de la colaboración y la determinación comunitaria. Este huerto, más que un simple espacio verde, se convierte en un símbolo de renacimiento, un oasis de vida que desafía la resignación y abraza la posibilidad de un futuro más vibrante.