Por: Antonella Álava
El espigón de Barbasquillo es la punta donde el sol se oculta en el horizonte, convirtiéndose en el refugio para aquellos que disfrutan de la pesca como deporte o pasatiempo en familia.
Manta, conocida por sus playas de ensueño y su vibrante actividad portuaria, es también hogar de un lugar especial que ha cautivado a los amantes de la pesca y a quienes buscan un rincón de serenidad al borde del océano.
Cuando se llega a él idílico rincón de la playa de Barbasquillo, el paisaje cambia por completo, las aguas cristalinas del océano chocan suavemente con las rocas que se convierte en la brisa marina que acaricia los rostros de quienes lo visitan. A medida que el sol se oculta, la arena y las olas se entrelazan como una danza, la silueta de los pescadores se recorta contra el cielo dorado, mientras lanzan sus anzuelos al agua esperando la captura del día.
Es durante la marea baja cuando el espigón de Barbasquillo cobra vida, las familias y los apasionados pescadores se reúnen en las rocas que quedan al descubierto por el retiro del mar, los preparativos comienzan antes de la caída del sol, y alrededor de las 4 de la tarde, el lugar está en su apogeo.
Luciano Mieles, un experimentado pescador local, comparte su pasión por este rincón de la naturaleza, «aquí encuentro paz y conexión con el mar. Cada visita es una oportunidad para disfrutar de la belleza de la pesca y de la naturaleza que nos rodea», precisó.
Jean Rodríguez, madre de dos hijos, elige el espigón de Barbasquillo como su refugio familiar. “Es un lugar donde podemos desconectar del ajetreo de la ciudad y crear recuerdos inolvidables juntos, mis hijos adoran venir aquí”, concretó.
El espigón de Barbasquillo en Manta es mucho más que un lugar para pescar es un rincón donde la naturaleza y la serenidad se unen para ofrecer una experiencia única, cada visita es un recordatorio de la belleza que podemos encontrar en la costa ecuatoriana y la importancia de cuidar estos tesoros naturales para las generaciones futuras.