Por: Adriana Cartagena
En las calles de Manta, donde el aroma del mar se entrelaza con el espíritu acogedor de su gente, existe una sinfonía culinaria que se manifiesta en los rincones de la ciudad. Son los vendedores de empanadas venezolanas, quienes, con su destreza y amor por la gastronomía, han traído un pedazo de Venezuela a las calles de esta ciudad costera ecuatoriana.
Desde el primer rayo de sol, el sonido de los sartenes y el aroma inconfundible de las empanadas invaden las esquinas de Manta. Estos vendedores ambulantes, en su mayoría venezolanos, han buscado un nuevo hogar en esta tierra amable, preparan con esmero este manjar que ha conquistado paladares locales y foráneos.
«Cada mañana, me levanto temprano y preparo la masa y los rellenos con ingredientes frescos. Las empanadas son una parte importante de mi cultura, y me enorgullece compartir ese sabor con la gente de Manta. Además, esto me ha permitido mantener a mi familia y contribuir con la comunidad», reveló Carlos Briceño, un vendedor de empanadas venezolanas, expresando pasón en cada palabra.
El trabajo de estos vendedores de empanadas no solo añade sabor a la ciudad, sino que también es un ejemplo de cómo la inmigración puede enriquecer la cultura y la economía local. Su presencia es un recordatorio de la diversidad que enriquece las calles de Manta y brinda oportunidades para el emprendimiento local. Además, la autenticidad de sus preparaciones, que refleja el amor por su tierra natal, ha cautivado los corazones y los paladares de la comunidad.
«Cuando pruebo una empanada venezolana, siento que me transporto a un rincón de Venezuela. Cada mordisco es un viaje de sabores y una oportunidad de conocer una cultura diferente. Además, apoyar a estos vendedores es una forma de contribuir a la diversidad y riqueza culinaria de Manta», detalló María Macias, una clienta habitual, mientras saborea una empanada.