Autor: Jhosselyn Castro
Postrado a una vieja silla de rueda que no sirve se encontraba Enrique Menéndez en el balcón de su hogar, un alma con alas truncadas con el deseo de poder ser ayudado por las entidades municipales del cantón Montecristi o por los propios ciudadanos. A lo largo de los últimos cuatro años ha sido como un navegante un mar de desafíos que le puesto la vida debido a un derrame cerebral, poco a poco se ha ido recuperando, pero ya no es el mismo, hace dos meses su enfermedad lo atacó por segunda vez.
Acompañado de su amada esposa e hijo, con una cara entristecida admitió que en los primeros meses cuando él estuvo grave recibió ayuda de entidades municipales, “me donaron una silla y me ayudaron con medicinas por tres meses, pero sabemos que esta enfermedad es delicada y tengo que estar en constante chequeo médico por lo que conlleva a gastos costosos”, enfatizó Menéndez.
Kelvin hijo menor de Enrique reposaba en la pared con las manos cruzadas, él ha velado por la salud de su padre todos estos años, solo quiere que se recupere de su enfermedad. La silla de ruedas que en cierto tiempo había sido su vehículo de libertad que años atrás le donaron ya no sirve y Enrique necesita una nueva para poder movilizarse, ha sido como un viajero atrapado en un sendero rocoso debido a su movilidad limitada. La familia se ha acercado al patronado de amparo social del cantón con la ilusión de una ayuda humanitaria para aquella persona que había sido un faro de luz en sus vidas llevando el pan a la mesa todos los días.