Por: Belén Rodríguez
En la angosta calle de adoquines, donde el tiempo parecía detenerse entre sus grietas, la suciedad se había convertido en una poesía descuidada. Como un lienzo olvidado, el asfalto retenía los ecos de historias mudas, mientras el polvo bailaba en el aire, creando una coreografía de abandono.
Los desechos yacen como versos rotos, formando un tapiz descolorido que narraba la indiferencia de quienes transitaban por esa senda desgastada, donde cada papel arrastrado por el viento era un capítulo olvidado.
“Tal vez, como vecinos, podríamos unir esfuerzos para darle un nuevo capítulo a este rincón olvidado y convertirlo en un espacio que refleje el verdadero sentido de comunidad”, afirmó Luis Mendieta mientras iba para su casa.
“Parece que nadie se preocupa por mantener nuestro entorno decente. Las metáforas bonitas no cambian la realidad de que vivimos en un lugar que necesita urgentemente más limpieza y responsabilidad. Sería genial que todos nos comprometiéramos a mantener nuestras calles más presentables en lugar de simplemente adornarlas con palabras bonitas”, aseveró Cintia Chávez mientras iba para su casa.
La calle, aunque descuidada, seguía siendo el escenario donde la vida, como una novela inacabada, aguardaba ansiosa la llegada de manos amorosas dispuestas a escribir un nuevo capítulo en su sucio pero inquebrantable relato.